jueves, 3 de diciembre de 2009

"Los ejércitos masivos del pasado"






















Es el momento de recordar esta triunfalista portada de "Newsweek", publicada el 10 de diciembre de 2001, un aniversario casi exacto en relación al muy reciente discurso del presidente Obama anunciando la nueva estrategia para Afganistán. Si ésta prospera, en poco tiempo las fuerzas de los EEUU y la OTAN podrían llegar a los 141.000 soldados, superando el volúmen de la presencia soviética en Afganistán durante la guerra que Moscú mantuvo en ese país, entre 1979 y 1989. Welcome to "Massed Armies of the Past".

Qué lejos queda aquella campaña militar contra los talibanes que fue presentada como el inicio de una era de alta tecnología militar "posmoderna". El precedente había sido ofensiva aérea de la OTAN contra Serbia, en la primavera de 1999. Aquella guerra se había ganado estrictamente desde el aire: era el triunfo absoluto de Douhet y su doctrina sobre el poder aéreo. En Afganistán fue el bautismo de la nueva "guerra asimétrica":

"Ante la negativa del gobierno afgano a entregar a Osama Bin Laden, el 7 de octubre Washington dio luz verde a la operación militar de intervención. Inicialmente, y como fruto del momento emocional, la operación fue denominada “Justicia Infinita”. Pero el mesianismo que transmitía resultaba excesivo y pronto se prefirió el de “Libertad Duradera”, más acorde con la denominación de operaciones militares de la era del “Nuevo Orden”: “Provide Confort” en 1991, Kurdistán iraquí; “Restaurar la Esperanza”, intervención de la ONU en Somalia, 1993; “Fuerza Deliberada”, intervención de la OTAN en Bosnia, 1995;”Fuerza Aliada”, intervención de la OTAN en Kosovo, 1999.

La primera fase consistió en una campaña de bombardeo aéreo contra los campamentos de Al Qaeda, las fuerzas talibán y sus sistemas de comunicación, así como los escasos aeropuertos e infraestructuras. Paralelamente, unidades especiales de los Estados Unidos y países occidentales aliados comenzaron a desplegarse por Afganistán, contactando y ayudando a coordinar a la denominada Alianza del Norte. Ésta era una coalición de grupos guerrilleros que llevaban años luchando (o simplemente, resistiendo) al régimen talibán y de variadas procedencias étnicas, casi siempre minorías marginadas (uzbecos, tayikos, hazaras) y que hasta ese momento habían gozado del apoyo de Rusia, India o Irán.

Por lo tanto, la campaña fue presentada bajo el doble prisma de la “justicia liberadora” (la fuerza de choque contra los talibanes fueron las guerrillas de la Alianza del Norte) y alta tecnología militar: bombardeos de precisión, fuerzas especiales dotadas de alta movilidad y equipos futuristas. Una vez más, como pareció quedar demostrado en Kosovo, el apoyo de una fuerza aérea moderna con capacidad de ataque masiva, parecía bastar para dar la victoria a unas guerrillas mal armadas y desorganizadas. El 2 de noviembre comenzó la ofensiva final, una semana más tarde se inició la batalla en torno a la importante ciudad norteña de Mazar-e Sharif, plaza que al caer hundió definitivamente el frente talibán; y el 13, las fuerzas de la Alianza del Norte tomaron Kabul.

Sin embargo no pudieron ser capturados ni Osama Bin Laden, ni Ayman al-Zawahiri ni el Mullah Omar, líder de los talibanes y jefe de estado desde 1996. El aroma de aventura audaz en lejano país exótico aún tuvo un último momento a partir de enero de 2002, cuando las tropas de intervención rodearon, registraron, dinamitaron y destruyeron sistemáticamente el enorme complejo de cuevas y túneles de Tora Bora, cerca de la frontera con Pakistán, donde se rumoreaba que se podía haber escondido Bin Laden y los líderes más importantes de Al Qaeda. Pero al final hubo que admitir que el objetivo central de la invasión no se había cumplido" (El desequilibrio como orden, pags. 316-317)